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1) Arqueros determinantes

Las atajadas de Ubaldo Matildo Fillol cimentaron la gloria fundacional de 1978. El «Pato» llegó a ese Mundial en el mejor momento de su carrera y lo ratificó partido a partido luego de la fase de grupos. El penal que le detuvo a Deyna en Rosario ante Polonia, un mano a mano que le tapó a Gil ante Brasil y las dos pelotas que le sacó a Johnny Rep en el primer tiempo de la final con Holanda en el estadio Monumental resultaron claves en cada juego y en el balance de la campaña. El arrojo, la potencia física, los reflejos, la determinación y la convicción ganadora de Fillol siguen  haciendo historia. Por algo está en el podio de los grandes arqueros argentinos de todos los tiempos.

Fillol dominó el arco de la Selección entre 1978 y 1985. Jugó el Mundial de 1982 en España, participó de las dramáticas Eliminatorias de 1985 y tras la clasificación, Carlos Bilardo lo dejó de lado y optó por Nery Pumpido. El arquero de River hizo un Mundial correcto en México sin grandes errores pero sin atajadas decisivas. Respaldó con seguridad al equipo campeón del mundo y con el avance de los partidos, fue transmitiendo confianza hacia adentro y hacia afuera.

En cambio, Emiliano «Dibu» Martínez acaba de llegar a la idolatría máxima en Qatar. Y costará bajarlo de allí en el futuro. Luego de Lionel Messi, fue el jugador argentino más determinante del Mundial. Una estadística lo desfavorece: le remataron diez veces al arco en los siete partidos y le marcaron siete goles. Pero resultará invencible en la memoria histórica: sus tapadas mano a mano ante el australiano Kuol y el francés Kolo Muani en el último momento de la final y los tiros desde el punto del penal que les atajó a van Dijk y Berghuis en la definición ante Países Bajos y a Kingsley Coman en la finalísima con Francia fueron decisivos. Sin esas atajadas, Argentina no hubiera sido campeón del mundo. Así de simple.

2) Tres diez eternos

Casi que resulta superfluo resaltar lo que fueron Mario Kempes en 1978, Diego Maradona en 1986 y Lionel Messi ahora en Qatar. Tal vez parezca exagerado sostener que llevaron a sus equipos de la mano al título. Pero tampoco es tan errado. Compartieron el número de la camiseta y la trascendencia y sus imágenes ganadoras son la postal irrompible de cada gloria. Kempes sigue siendo el único que ganó la Copa del Mundo, el Balón de Oro al mejor jugador y el Botín de Oro al goleador de 1978. Diego llegó a México en 1986 como el mejor jugador del mundo y se fue como un héroe del fútbol. Y Messi a los 35 años en Qatar pulverizó todos los asombros y todos los adjetivos. Ganó el único título que le faltaba y generó la fiesta más grande que haya vivido la Argentina. Kempes, Maradona y Messi, eternos como el agua y como el aire.

3) Aparecieron y no los esperaban

César Luis Menotti fue bastante estable en el armado de la Selección campeona de 1978. Fillol, los cuatro defensores, Américo Gallego y Kempes jugaron los siete partidos y en todo caso, hubo retoques del medio en adelante que terminaron beneficiando a Kempes que, como cuarto delantero viniendo desde atrás, hizo dos goles ante Perú y los dos de la final con Holanda después de haber sido extremo izquierdo y centroatacante. La gran revelación de esa Copa terminó siendo el santiagueño Luis Galván, el zaguero de Talleres de Córdoba, que entró de última al equipo y dio cátedra de cómo defender con intuición, jerarquía y limpieza de recursos. Invulnerable en los mano a mano y en los cruces a los laterales, su actuación con Holanda fue una clase magistral de cómo debe jugar un primer marcador central.

En México 1986, detrás del brillo refulgente de Maradona, las revelaciones fueron varias: José Luis Brown no llegó bien a ese Mundial, pero jugó los siete partidos y coronó su gran actuación como líbero haciendo el primer gol de la final con Alemania. José Luis Cuciuffo terminó siendo un stopper muy eficaz por la derecha, en los últimos tres encuentros, Héctor Enrique fue la pieza suelta que el equipo necesitaba para jugar mejor del medio hacia arriba y Jorge Burruchaga remató una final estupenda marcándole a Alemania el gol que le dio la Copa a la Argentina.

Si el Mundial de Qatar se hubiera jugado a mitad de año, es posible que Julián Álvarez y Enzo Fernández no hubieran tenido tiempo para estar en el plantel argentino. Pero el semestre adicional y la rápida adaptación que ambos hicieron al arribar a Europa les abrió paso no sólo en la lista definitiva sino en el equipo titular. Desde el partido con Polonia, Julián se quedó en el puesto que era de Lautaro Martínez y con los cuatro goles que anotó en la Copa, la intensidad de su despliegue con y sin la pelota y el modo en el que se mezcló con Messi redondeó un Mundial inmejorable. 

Enzo Fernández recién entró al plantel en la última ventana de amistosos de septiembre y cada vez que ingresó, le cambió al aire a la Selección hasta hacerse irremplazable. Se quedó con la posición de Leandro Paredes, hizo un golazo contra México y mostró categoría, personalidad y hasta cierto desparpajo. Como si los partidos no le pesaran nada. Por algo, ganó el premio al Mejor Jugador Joven del Mundial y Real Madrid y Liverpool están dispuestos a poner 120 millones de euros sobre la mesa para llevárselo ya mismo.

4) Cada DT con su dibujo

Ya fue dicho que Menotti en 1978 no movió mucho sus piezas. Jugó los siete partidos con un 4-3-3 con la diferencia que en los últimos tres ante Brasil, Perú y Holanda, el tercer volante fue un delantero retrasado (Kempes), Daniel Bertoni fue de puntero derecho por René Houseman y Oscar Ortiz ingresó como extremo izquierdo. Nunca hizo variantes para cerrar los resultados. En cambio, en México 1986, Bilardo arrancó con un 4-3-3 ante Corea del Sur, pasó a un 4-3-2-1 con Italia y Bulgaria, contra Uruguay plantó un 4-3-1-2 y recién desde Inglaterra en adelante, armó el 3-5-2 histórico (5-3-2 sin la pelota). Sólo repitió equipo entre Italia y Bulgaria y en los últimos tres partidos. Pumpido, Brown, Ruggeri, Giusti, Batista, Burruchaga, Maradona y Valdano tuvieron asistencia perfecta,

Lionel Scaloni bebió de esas fuentes y aunque el esquema inicial varió entre el 4-4-2 y el 4-3-3, lo acomodó cada vez que fue necesario dentro mismo de los partidos. Alternó 4-3-3, 4-3-1-2, 3-5-2 y 3-4-1-2. Y no le tembló el pulso para mandar al banco a titulares de todo su ciclo como Leandro Paredes y Lautaro Martínez. La línea de cinco apareció en los últimos 22 minutos ante México, en los últimos 12 con Polonia, casi todo el segundo tiempo con Australia, casi todo el partido con Países Bajos, los últimos 29 minutos con Croacia y curiosamente, no la aplicó en la final con Francia. Scaloni nunca repitió la formación inicial, solo Dibu Martínez, Otamendi, De Paul y Messi jugaron los siete partidos (de titular) y aprovechó a fondo los cinco cambios autorizados por primera vez en Qatar para flexibilizar el equipo al máximo. 

5) Primero sufrir, después gozar

Si algo hermana a las tres selecciones campeonas del mundo es la angustia. Debieron sufrir mucho para llegar adonde llegaron y acaso ninguna haya tenido que soportar lo que soportó la de 1978, jugando en Buenos Aires y Rosario bajo la tétrica mirada de Videla, Agosti y Massera. La Selección de Menotti perdió inesperadamente 0-1 con Italia en la fase de grupos y debió ir a Rosario. Y estuvo a punto de quedarse con las manos vacías en el último minuto de la final con Holanda con aquel remate de Rensenbrink que dio en el palo y dejó al país sin aliento.

En 1986, la Selección de Bilardo la pasó feo cuando ingresó Rubén Paz en los últimos veinte minutos contra Uruguay y cuando entró el moreno Barnes e Inglaterra le terminó llenando el área de centros. Uno de esos centros, Olarticoechea lo rechazó con la nuca cuando Gary Lineker entraba por el segundo palo para marcar el empate. En la final, todos recuerdan la remontada de Alemania que en ocho minutos apenas transformó el 0-2 en un 2-2 con dos cabezazos de Karl Heinz Rummenigge y Rudi Voeller. Cuando daba la impresión de que el partido se encaminaba al alargue, la angustia se destrabó con la corrida y el gol de Burruchaga a seis minutos del cierre.

Los padecimientos en Qatar están demasiados frescos para rememorarlos. La derrota inicial e impensada ante Arabia Saudita, el final del partido de octavos con Australia, el 2-0 que se hizo 2-2 alargue y penales con Países Bajos y la increíble final con Francia que casi se pierde en la última pelota del suplementario convocaron a un sufrimiento que desde Doha se desparramó a toda la Argentina. No fue fácil prender las tres estrellas doradas del escudo de la AFA. En 1978, en 1986 y mucho menos en 2022. 

6) El legado

La sucesión de los campeones de 1978 fue inmejorable. Diego Maradona, Ramón Díaz, Gabriel Calderón y Juan Barbas, campeones mundiales juveniles en 1979, jerarquizaron un plantel en el que Fillol, Baley, Olguín, Luis Galván, Passarella, Tarantini, Ardiles, Gallego, Kempes, Valencia y Bertoni hicieron el viaje de la Argentina a España. Sin embargo, la química no se dio, el hambre de gloria resultó insuficiente y esa Selección se quedó en las vísperas, decepcionando lejos de todo.

Los campeones de México ’86 llegaron desgastados al Mundial de Italia ’90. La adicción de Diego sumó complicaciones para un plantel en el que sólo Pumpido, Ruggeri, Olarticoechea, Giusti, Batista, Burruchaga y Maradona subsitieron entre una y otra Copa y al que se le agregaron Sergio Goycochea, Claudio Caniggia, Pedro Troglio, José Basualdo y Abel Balbo entre otros. El recambio fue menos virtuoso, pero el carácter del equipo y los penales que Goycochea atajó en las definiciones ante Yugoslavia e Italia llevaron a esa Selección al subcampeonato del mundo.

En cambio, el panorama asoma venturoso para los flamantes campeones de Qatar. Más allá de que es posible que Messi, Di María, Otamendi y Papu Gómez ya no estén en 2026, hay una amplia nómina (Dibu Martínez, Molina, Montiel, Romero, Lisandro Martínez, Enzo Fernández, Mac Allister, Julián Álvarez, Lautaro Martínez, Palacios y Almada) con edad suficiente como para figurar dentro de cuatro años, más otra lista (Tagliafico, Acuña, Paredes, De Paul, Dybala y Ángel Correa) que dependerá de cómo le vaya y donde esté jugando a la hora del Mundial. Y esto sin tomar en cuenta las promesas juveniles que puedan ir surgiendo hasta 2026 cuando llegue el momento de recorrer otra vez el camino rumbo a la gloria eterna.

FUENTE: P12

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