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Leer en movimiento. Saltar adentro y afuera del libro. Poner, literalmente, el cuerpo en la lectura. Sí: leer con el cuerpo. Mandarse ¡Para allá, para allá! A todo eso invita el nuevo libro de Istvansch, el ilustrador y autor cuyo nombre es toda una referencia en libros álbum, reconocido por sus trabajos hechos a puro recorte de papel y tijera (y a puro pulso, sin dibujo previo). Ahora vuelve a sorprender con esta edición , en la que pone a sus lectoras y lectores a correr de un lado al otro, saltar, revolcarse, gatear, zambullirse, con una sola advertencia: «¡Con cuidado!, ¡No vaya a ser que te caigas del libro! (Si eso pasa, no dudes en intentarlo de nuevo)»

En su estudio de Belgrano, en el que nace y crece un universo fantástico hecho de papeles de colores recortados (son objetos y personajes que componen escenas, ciudades, climas, y que fueron o serán fotografiados, casi siempre por Uri Gordon, para ir a formar parte de diversos libros), Istvansch cuenta sobre el antes y el después de Para allá, para allá. Para hablar de cómo lo pensó, refiere al historiador especializado en la historia del libro Roger Chartier. Para contar lo que genera, muestra en su celular un video del Festival Vive y Siente de Villa María, adonde fue a presentar su libro. Una presentación de lo menos ortodoxa, porque lo que se ve es a una pequeña multitud abarcando la sala de una y mil maneras, entre risas y gritos.

Dispositivos

De Chartier, Istvansch cita Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna: «Hay que recordar con fuerza que no hay texto fuera del soporte que lo da a leer, que no hay comprensión de un escrito, cualquiera que sea, que no dependa de las formas en que alcanza a su lector«, dice allí el francés. «De ahí la necesaria selección entre dos tipos de dispositivos: los que derivan de su puesta en texto, de las estrategias de escritura, de las intenciones del ‘autor’. Y los que resultan de la puesta en libro o en impreso, producidos por la decisión editorial o el trabajo de taller, apuntando a lectores o lecturas que pueden no ser conformes con los deseados por el autor».

«En ese camino y desde siempre, antes incluso de reflexionar sobre la materialidad del libro en mis escritos teóricos, pensé mi obra tanto desde la ‘puesta en texto’ como desde la ‘puesta en libro’, a las que se refiere Chartier», ilustra Istvansch. Para allá, para allá es un libro para, textualmente, leer en movimiento, no hay manera de leerlo sino moviéndose. Abordarlo es explícitamente ‘leer con el cuerpo'», concluye.

«Me interesa muchísimo hacer que el ‘cuerpo-lector’ entre en diálogo con el ‘cuerpo-libro’, que la lectura sea también con el cuerpo, que el libro invite, implique, incite un hacer físico en torno a cómo el espacio está ocupado por esos dos cuerpos en diálogo», dice el ilustrador.

Todo esto que es fascinante teoría para quienes se interesan en el tema, al lector corriente le pasa, como se dijo, por el cuerpo. De eso también habla Istvansch, recordando las muchas presentaciones que ya hizo del libro desde que salió, a fines del año pasado, en ferias, escuelas, congresos: ya lo «puso en acción» con todo tipo de edades en Puerto Madryn, Córdoba, Mar del Plata, Villa María, Neuquén y Buenos Aires».

Lo sigue sorprendiendo recordar lo que ocurre, cada vez: «No te puedo explicar lo que es ver una escuela completa, desde criaturas hasta docentes y directivos, corriendo ¡para allá, para allá!, y después y de repente en sentido inverso ¡para allá, para allá!, y ‘caerse’ del libro, y volverse a trepar, y empezar otra acción, como girar ¡para allá, para allá!, y después y de repente en sentido inverso ¡para allá, para allá!, entre risas por el mareo», se ríe el ilustrador. 

Una provocación

–¿Cómo se «lee en movimiento» un libro?

–El libro está armado en torno a verbos que invitan a caminar, correr, girar, flotar y muchas más acciones que, en el entusiasmo, hacen que te caigas de la página y tengas que volver a treparte para probar de atravesar el libro de otra manera (saltando, zigzagueando, gateando, etc.). El diseño también es por completo inusual (las frases se contornean, se hacen circulares, se quiebran, obligan a mover el libro, a sacarlo del ritual de la horizontalidad), y juega con las partes del objeto-libro: el pliegue es un abismo que puede significar un traspié, la contratapa un trampolín que lleva a saltar el lomo para volver a la tapa y retomar la lectura.

La intención (la provocación, me encanta provocar) fue crear un artefacto de lectura activa, en donde quien lee se vea en la obligación de desacralizar el acto de la concentración, y tenga que descentrar eso de “leer con la cabeza”, para focalizar en el cuerpo, el espacio y el movimiento. Incluso quien decida leerlo sin moverse se verá inmerso en el juego, porque la quietud también es una experiencia cinética: cuando la incitación apunta hacia el vivaz ajetreo, la inmovilidad es también una experiencia cinética, pues hay que esforzarse para evitar el envión al que el cuerpo tiende.

– ¿Qué más observó en esos momentos en que «cuenta» Para allá, para allá a chiques?

–Sobre todo las infancias más infantilititas inventan cosas geniales, que las demás gentes imitan en el momento, y que después incorporo en otra presentaciones. Por ejemplo, cuando el texto anuncia que “¡Juaaa, te caíste del libro!” (y después “te resbalaste”, y “te deslizaste”, y “te tropezaste”, y “te precipitaste”, etcétera, etcétera), los chicos se tiran al piso, para eyectarse enseguida cuando se incita: “¡trépate de nuevo!”. Ponen también el libro en el piso para saltarlo o girar alrededor. En un momento se apela a flotar, con el libro “en posición alfombra voladora”, entonces toman libros y se lo ponen por encima de la cabeza, y ondulan los cuerpos, como si estuvieran flotando en el aire, dejándose llevar por los aires. 

Una continuación

Esa preocupación por «poner a leer» de maneras muy diferentes, pero también por «poner a pensar» sobre el objeto libro en ese mismo movimiento, es de vieja data en la obra de Istvansch. A esta altura, podría decirse, toda una marca y una costumbre del ilustrador y autor integral, uno de los primeros en introducir el concepto de «libro álbum», allá lejos y hace tiempo, en la Argentina. 

«En casi todos mis títulos está ese afán de querer implicar al lector o lectora, apelarlos a que tome su rol activo (digo “su” y no “un”, porque sostengo que lo activo es inherente al rol lector)», confirma el ilustrador. «Mi intención es dejarlos adentro del libro, a partir de desdibujar el límite entre realidad y ficción. Un cortocircuito que haga que se replantee todo, que tire por la borda las certezas, que revalorice la duda como estado de constante aprendizaje».

Para allá, para allá es, de hecho, parte de una trilogía que se completa con ¿Has visto? (también reeditado por AZ, ganador el año pasado del premio de Alija en la categoría Rescate Editorial) y Mira adentro (publicado en 2017 por Ediciones del Eclipse «y ahora buscando nueva casita tras el cierre de esa editorial», dice el autor). Son libros en apariencia muy diferentes, pero un concepto los hermana: «El cuerpo activo en el espacio de la lectura, un espacio que, por obra y gracia de cómo interactúan y se manifiestan los lenguajes del libro ilustrado (texto, ilustración, diseño), se vuelve tangible», lo define el entrevistado.

–¿Cómo aparece esa continuidad en la trilogía?

-Así como en Para allá, para allá me meto en el debate sobre el espacio en quietud y en movimiento, en ¿Has visto?, este debate es sobre el espacio vacío y el lleno. Las páginas son puro color, pero el texto invita a “llenar ese vacío” con una imagen que hay que imaginar, quien lee no puede escapar de “ver” lo que en realidad no se ve, porque en donde no hay nada, finalmente, siempre hay algo.

En Mira adentro la cuestión es sobre el plano y el volumen en el espacio. Hay un homenaje a Magritte y su “Ceci n’est pas un pipe”, las ilustraciones son fotografías de recipientes, en donde hay que “mirar adentro” para descubrir qué hay. Ese vaso es un vaso pero no, porque es una foto, por ejemplo. ¡Los chicos miran el libro desde arriba, buscando asomarse a las bocas de los recipientes! Es un impulso inconsciente y muy gracioso. Lo dicho: “cuerpo-lector” y “cuerpo-libro”, en diálogo físico.

Una obsesión

–Sin decirlo, está poniendo al lector a reflexionar sobre qué es un libro y qué es leer. ¿Es algo buscado? 

Siempre apunté en mi obra a reflexionar sobre la lectura como acción que implica no solamente la cabeza. Obvio (editorial Edebé) es también un libro fundado en verbos, las partes del libro están puestas en juego, y todo apunta a “desobviar”. Y, en ese camino, a denunciar los clichés, porque nada, nunca, en ningún lado, es obvio.

Reflexiones en torno a la misma obsesión (porque eso es, una sana y apasionante obsesión) están en Manos de viento. Un viaje a Cueva de las Manos (Arte a Babor), las ilustraciones son fotos de un teatrino de títeres de palito, un verdadero objeto lúdico que recrea el espacio de la prehistoria patagónica. También la obsesión está en Puatucha Rentes. La leyenda olvidada (Calibroscopio), con su ironía sobre los catálogos del arte (¿dónde estamos, en un libro o en un museo?, ¿ese personaje es real o imaginario?). También en Avión que va, avión que llega (Norma), que se “desarma” para transformarse en avioncitos de papel en los que vuela la poesía de Laura Devetach. Y en Todo lo que es Juan (AZ), el mismo subtítulo dice que es “Un libro sobre el espacio”. Y en El ratón más famoso (también AZ), que desdibuja ficción y realidad: el personaje tiene entre manos el mismo libro que quien lee tiene entre manos.

Ni hablar de Detrás de él estaba su nariz (próximamente reeditado por Gerbera), un libro-objeto construido sobre Bandas de Moebius, que se enlazan para ser infinitas, un continuum sin fin. Siempre digo que se puede empezar a leer en el jardincito y seguir hasta el geriátrico ¡y es cierto! 

–La invitación es, entonces, a cuestionar y cuestionarse todo…

–En la gran mayoría de mis libros debato, enrostro, ironizo sobre la lectura y el libro como objeto, y la historia se construye a partir de eso que no tiene que ver ni con el texto ni con la ilustración, sino con el funcionamiento del libro como maquinaria. Siempre trato de borrar fronteras de lectura, invito a cuestionarse saberes y costumbres cristalizadas. Mis libros son todos “espaciolibros”, munditos que invitan a ser explorados y habitados.

Lo que sí debo reconocer es que Para allá, para allá y su mensaje de movimiento puro, es algo así como la epifanía de todo esto que estuvimos charlando (risas).

Proyectos y reediciones

Si hay alguien que, como su libro, no puede dejar de estar en movimiento, es el propio Istvansch. Prueba de ello son la cantidad de proyectos que tiene esperando salir. Algunos: Andanzas de una línea recta, con texto de Maryta Berenguer (MB Ediciones). Una vaca que habla, Saturno y Plutón, otra banda de Moebius (Gerbera), será «inclusivo-inclusivo»: en la audiolibro, lengua de señas, braile, tipografías para disléxicos. La infancia en el cuadro (de Honor), en Vera Cartonera, la editorial cartonera del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral. La reedición de La durmiente, con texto de María Teresa Andruetto, en Calibroscopio. Abrazo guardado, con poemas y canciones de Verónica Parodi y voz de Chiqui Ledesma (Del Naranjo). 

FUENTE: P12.COM.AR

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